El 2016 es un año bisiesto y como tal tiene un día extra. El 29 de febrero no solo hace que el calendario cuente con 366 días sino que ha provocado desde su creación, una serie de mitos y leyendas.
El año bisiesto ha permitido que no vivamos en desfase y ayuda a que las estaciones comiencen en la fecha estimada -los solsticios y equinoccios-, aunque cueste decir esto último en tiempos del fenómeno climático de “El Niño” y el calentamiento global. ¿Cómo lo hace? ¿A quién se le ocurrió semejante idea? ¿Por qué febrero?
¿Qué hacemos con el cuarto de día que nos sobra?
Los egipcios, con mucha paciencia y observación notaron cómo las estaciones comenzaron a llegar en fechas desfasadas, estimaron que el año cumplía su ciclo en 365.25 días –es decir, quedaba un cuarto de día sobrante (6 horas).
Como una forma de oficializar ecuménicamente semejante descubrimiento, Julio César le pidió al astrónomo Sosígenes de Alejandría preparar su proyecto “Calendario Juliano”, en el siglo I a.C., el que incluía modificaciones tales como: renombrar el mes “quintilis” como “julio” (iulius), en honor al emperador que financió la idea y que había nacido el día 13, y agregar un día de más cada cuatro años, siempre que la cifra de ese año fuera divisible por cuatro. De esta manera, se prevenía tener los desfases en las estaciones del año.
Si Iulius tiene 31, yo también quiero 31
Fue en sextilis (sexto mes del calendario romano que comenzaba en marzo) que Octavio Augusto entró con bombo y platillos a Roma, tras haber vencido a Cleopatra y Marco Antonio. Ameritaba entonces, según la usanza del gobernante anterior (Julio César) atribuirse un mes del calendario, así que a sextilis se le llamó “augustus”.
Pero cuenta la leyenda que a Augusto no le agradaba que su mes de gloria tuviera menos días que el de su predecesor, Iulius, así que le quitó un día al último mes del año romano (febrero) y se lo agregó a augustus. He ahí la explicación de por qué febrero tendría menos días y el motivo por el que el jueguito de los nudillos para saber qué mes tiene 31 o 30 días, se complica al pasar de julio a agosto.
El calendario gregoriano, una operación matemática no menor
Corría el siglo XVI y la gente ya estaba harta de que, según su calendario juliano, la primavera se hubiera adelantado hasta 10 días en su equinoccio -algo trascendental en una sociedad que vivía de las cosechas.
Resulta que los egipcios y Sosígenes de Alejandría no tenían la cifra exacta, que en vez de ser de 365.25 días el año, era de 365.2422 –lo que representan 11 minutos y 14 segundos menos, que a muy largo plazo, provoca el desfase antes descrito.
Alguien tenía que hacer algo al respecto y fue el Papa Gregorio XIII el que tomó cartas en el asunto. Se asesoró bien y le pidió a Christopher Clavius (astrónomo jesuita) que resolviera el tema, lo que significó una revolución en fechas y calendarios, el Calendario Gregoriano: se decidió que el jueves 4 de octubre de 1582 estaría seguido por el viernes 15 de octubre de 1582, eliminando los 10 días de desfase y estipulando que sería año bisiesto cada cuatro años, tal como indicaba la versión juliana, pero siempre que la cifra de ese año sea divisible por cuatro, exceptuando los múltiplos de 100 (1700, 1800 y 1900 no son bisiestos, por ejemplo), pero sí son bisiestos los que sean divisibles por 400, como el año 2000. (Se recomienda dejar el cálculo de años bisiestos a los expertos).
Frases de costumbre italiana citan “año bisiesto, año funesto”, y quienes creen en la mala suerte que trae este período, lo asocian a que fue un año bisiesto en que se hundió el Titanic (1912), en que comenzó la Guerra Civil española (1936), y en que murieron asesinados Gandhi (1948), Martin Luther King (1968) y John Lennon (1980), entre otros.

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