Por Luis “Cacha” Gambino |
Para los futboleros de más de 40, esos nombres era la forma de mencionar sin apellido a una gloria del fútbol argentino. Su proceso de acceso a la fama fue complejo por si mismo. Nacido en Santa Fe y surgido en Unión, emigró a préstamo por no ser tenido en cuenta a Central Norte de Salta y Gimnasia y Esgrima de Jujuy, equipos del norte argentino.
Al regreso los “Tatengues” lo dejan en libertad de acción, recae en 1972 en Rosario Central y por esas cosas raras del fútbol Unión lo recontrata en 1973, donde un año después consigue el ascenso a Primera.
Ya en la máxima categoría forma parte de un equipo conducido por Juan Carlos Lorenzo, teniendo de compañero entre otros a Hugo Orlando Gatti y Heber Mastrángelo.
A mitad de esa temporada parte al River de Labruna, y debuta con gol y triunfo en la mismísima “Bombonera”. Ya en la mira de Cesar Luis Menotti comienza su andar por la selección que obtendría el Campeonato del Mundo en 1978 y de la cual sería titular indiscutido con un hecho que marcó su impronta.
En la previa del partido de la fase de grupos ante Francia fallece su hermano en un accidente automovilístico y en ese mismo partido que jugó a pesar de todo marcó el gol de la victoria con un hombro luxado, toda una marca registrada de hidalguía y guapeza cualidades tan extrañadas por esta época.
Tras 1980 deja Ríver y viste otras camisetas para cerrar su carrera en Deportivo Maipú, Mendoza, en 1986, club en que llegó a ser técnico años después.
Días atrás el Covid-19 se lo llevó a tirar paredes con el Diego. Mal no la va a pasar.

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