Por Hugo Elías |
Un mes antes una junta militar había derrocado al presidente Arturo Illia y nombrado como nuevo presidente, ilegal, al Gral. Juan Carlos Onganía.
Estos militares, con el fantasma del anticomunismo pregonado por EEUU, enfocaron en la Universidad un enemigo. La denigración humana en Vietnam les marcaba el camino.
La declaración de defensa de la autonomía universitaria por el entonces rector de la UBA Fernández Long fue como una declaración de guerra para los militares.
El 29 de julio a la noche atacaron las sedes de Filosofía y Letras y de Ciencias Exactas. Interrumpieron las clases, desalojaron a los estudiantes y profesores a los bastonazos limpios y al día siguiente Onganía decretó la suspensión de la autonomía universitaria.
Miles de profesores renuncian a sus cátedras y las facultades cierran sus puertas.
La lucha contra el “marxismo leninismo” arrasó con la ciencia argentina no sólo en la UBA sino en todos los emprendimientos científicos del país. El exilio de científicos fue un destino común.
La universidad siempre fue un enemigo para las dictaduras militares porque defender la ciencia era y es defender la democracia, la universidad es el desarrollo de la sociedad libremente, sin límites ni ataduras intelectuales.
Nuestra universidad no aprendió la lección, 3 años después aparecieron los estudiantes en el Cordobazo, en el Rosariazo generalizándose la lucha en todo el país hasta recuperar la democracia en 1973.
“Obreros y estudiantes unidos adelante” se cantaba en las calles.
Los militares asesinos de 1976, dejaron los bastones, tomaron los fusiles, la picana, las desapariciones y la cárcel donde nunca faltó un estudiante ni un profesor.
Hoy estamos orgullosos de nuestras facultades en todo el país y en cada ciudad, ya no es privilegio estudiar, y tampoco te van a meter preso si ejerces tu derecho a pensar.
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