11 diciembre, 2023

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Confrontar es el rumbo

Confrontar es el rumbo

Por Hugo Elías | 

En el marco de una nueva ola de COVID 19 que exige cuidados a nuestra gente, pero sin alcanzar la paralización de actividades laborales del pasado hay un común denominador: el desánimo popular.

La paulatina asunción de esta nueva ola de COVID con la concurrencia a la vacunación de terceras y cuartas dosis, aún con la resistencia a usar barbijo en lugares públicos, muestra el fracaso de la prédica antivacunas como el éxito de la campaña 2020 y 2021 que pone a la Argentina en los primeros lugares mundiales de eficiencia sanitaria en la pandemia.

El desánimo, la desconfianza en el futuro de los sectores populares, no está en la vuelta del COVID, ni en los hechos de inseguridad que encabezan invariablemente los noticieros de la tele agrandando el fenómeno sin ningún criterio ni estadístico y menos científico.

“Es la economía estúpido” dijo un presidente yanqui, puedo ser estúpido, pero para mí es la política. Es obvio que hay un desfasaje notable entre los rangos de crecimiento económico, generación de proyectos mineros, industriales, energéticos, creación de empleos, que llegó al 10% en 2021 y este año se piensa en un 6%, y el también notable atraso en la distribución de los frutos de ese crecimiento.

No hay que buscar mucho, casi un 40% de pobres e indigentes, donde un 8,2% de indigencia con ingresos que no llegan a la canasta básica alimentaria familiar de $42000, y un 30% de pobres que no alcanzan la canasta básica total de $95000 mensuales para un matrimonio y 2 hijos escolares.

Nunca el gobierno pudo frenar la inflación, el 2021 terminó arriba del 50% y hoy estamos yendo al 60% al paso que vamos, nunca los ingresos superaron tal crecimiento de los precios y partimos de una caída de un 20% de los ingresos fruto de la brutal transferencia de los trabajadores a los grandes dueños fugadores de millones de dólares durante el macrismo.

Frenar la inflación, distribuir las ganancias económicas hacia los más necesitados, aunque signifique menos porcentaje para los ultrarricos, respetar las inversiones en salud, en educación, en beneficios jubilatorios y sociales no puede ser reglado por un programa del FMI que ya está caído por obra y gracia de una guerra que condiciona al mundo. La guerra de Rusia y Ucrania tiene consecuencias directas en nuestra economía exportadora de cereales tanto en los precios de venta como en los precios de compra de los fertilizantes y otros desbarajustes que los sátrapas mundiales milmillonarios están dispuestos a hacer por unos dólares más.

Este es el escenario donde se desenvuelve el empobrecido pueblo argentino. Una guerra que trastocó los débiles equilibrios económicos mundiales, una pandemia contagiosa que nunca se va, una economía local condicionada por la delincuencial deuda externa que el macrismo/radicales/lilitos tomaron primero con los buitres llamados fondos de inversión y después, para seguir robando con la fuga, con el FMI.

A todo esto, se enfrenta el gobierno del Frente de Todos con el agravante que los grandes fugadores de la deuda, los monopolios exportadores del campo, los monopolios formadores de precios en alimentos, en productos para el hogar, en insumos para la construcción, para los envases, en electricidad, petróleo y gas, están en casi las mismas manos y concentrados alrededor de los grandes bancos que son los instrumentadores de la gran evasión y fuga de miles de millones de dólares. Deuda que hoy tenemos que pagar sin haber tenido 1 dólar.

Todo el gobierno, sin internas, coincide que lo urgente es distribuir para elevar el nivel de vida de los que hoy están sumergidos en ese infamante 40%, infamante porque pertenecen a un país riquísimo y no hay explicación que no sea la voracidad capitalista que ha llegado a matar a miles para lograrlo.

¿Cómo llegar a una distribución justa de lo producido en el país cuando los dueños de esa riqueza se oponen y hoy tienen una importante representación parlamentaria?

El gobierno gastó zapatos en reuniones con los grandes empresarios, se desgastó en comidas fastuosas de los poderosos, acordó precios que no se respetaron, y hoy muestra un desconcierto que sólo atina a apagar fuegos, pero sin atacar el incendio. Ya no se trata de convencer a empresarios voraces que no escuchan, se trata de imponer el peso del estado conferido por el voto popular.

Es manifiesta la indecisión del gobierno para tomar un camino que indique, por lo menos, cuales son las prioridades de política económica para cumplir con el último slogan Primero la Gente. Mucho de las reacciones del gobierno parecen al tanteo en relación a cuáles serán las consecuencias de sus propuestas o directivas. Un ejemplo claro es el de los derechos de exportación, retenciones al agro y a las carnes, para desacoplar la inflación mundial por la guerra de los precios en nuestro país.

En casi todos los países exportadores de alimentos han tomado medidas para proteger la comida popular de la explosión de precios que por supuesto benefician al núcleo exportador y especialmente a los argentinos que son uno de los mayores del mundo. No sólo no se tomó ninguna medida, sino que el presidente dijo que había que aplicar las retenciones, pero no podía porque no tenía mayoría en el congreso, sus ministros de economía y agricultura lo desautorizaron negando la necesidad de las retenciones y como colofón renunció el secretario Felletti que era el único que propuso las retenciones.

Al mismo tiempo se sabe que los derechos de exportación están amparados constitucionalmente por el Código Aduanero y le permite al ejecutivo aplicarlo para defender la alimentación de los sectores populares. Pero no, estamos en un camino sinuoso entre el enfrentamiento con los poderosos exportadores, que son los que aborrecen las retenciones para su provecho mas allá del hambre popular, y la aplicación de toda la fuerza del estado con el llamado a la movilización callejera para encaminar los precios.

Esa política que privilegia el diálogo con el enemigo, llamemos las cosas por su nombre, debilita día a día la representación del gobierno del Frente de Todos, y lo que debilita fortalece al conglomerado mediático, económico, político, financiero, industrial, agropecuario, y a los oligopolios comerciales dueños de los precios de la canasta básica a la que no llega el 40% de los argentinos.

La ausencia de una política firme, clara, que beneficie al pueblo, aunque provoque la reacción conservadora a la que está dispuesto a denunciar como enemiga del bienestar popular debilita al gobierno y fortalece a la derecha.

Tal tibieza es olfateada desde lejos por los voraces empresarios monopólicos argentinos y sacan ventajas permanentes prometiendo y no cumpliendo, en reuniones amables y traiciones sonrientes.

Pero lo peor es que la gran mayoría popular, esperanzada en “su gobierno” hoy está desencantada, desanimada, no entiende la macroeconomía que avanza y su economía familiar decae estrepitosamente con una inflación inalcanzable.

Identificar al enemigo como el real causante de la miseria y la pobreza, deuda impagable, fuga delincuencial, traba judicial, espionaje, es imperioso ponerlo en claro si no queremos que nos lleven puestos al peor de los infiernos macrista/radical.

Identificación, decisión de combatirlo con los instrumentos del estado con las organizaciones populares sin exclusiones, esa es la tarea, hay un pueblo que sufre.

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