Por Hugo Elías |
La alianza admiradora de la dictadura cívico militar de 1976/1983 entre Milei, Macri y Villarruel no aguantó más y nuevamente sirvió todo su asco a la democracia y al pueblo argentino. Por las dudas, ya agitan el fantasma del fraude, con el manual de estilo de Trump o Bolsonaro. Un juego al filo de la democracia.
Mas allá de sus disputas internas, dignas de traidores permanentes, conviven sobre la base de un acuerdo básico: poner nuestro país con sus riquezas naturales, científicas, humanas al servicio del poder central del gran capital internacional. Gran capital al que por supuesto pertenecen en mayor o menor medida.
Son consientes que tal programa despertará la reacción de los trabajadores ante las consecuencias depredadoras en sus salarios, en la desocupación ante la apertura a las importaciones, también de las empresas Pymes que ya lo vivieron en el macrismo, generando mas desocupación y miseria. Ello sin contar con la liberación de precios y la eliminación de los subsidios a las tarifas. La reacción popular no se hará esperar y tienen el convencimiento de reprimir sin miramientos tomando el ejemplo de sus antecesores militares de la dictadura.
Planificar la miseria generalizada significa al mismo tiempo represión brutal sin límites. Lo ha expresado la candidata a vicepresidenta Villarruel, sólo con una tiranía se puede gobernar un país con un pueblo que protesta. La democracia, el respeto a las demandas populares, bien gracias.
Todo va hacia justificar una represión al pueblo agredido. Su base ideológica es “la dictadura fue una guerra” y no una dictadura antidemocrática que encarceló, asesinó, desapareció, torturó salvajemente a los sectores populares en la peor traición a la patria, con mas de 30.000 argentinos muertos y desaparecidos. Esta cuestión es un “curro” como dijo su nuevo jefe Macri. Si hasta represores y torturadores encarcelados (como el Tigre Acosta) piden a la justicia salir a votar a Milei. Como leí por ahí “no uses a la inflación como excusa para votar como un genocida”.
Un fenómeno nuevo nacido de las entrañas de las reservas populares es la “micromilitancia”. En estos días vimos a un médico veterano exaltando la educación pública universitaria atacada por Milei; a la mujer nacida en el exilio porque su madre era amenazada, que anhela para ella y sus hijos que nunca mas haya que escapar de la violencia política; a la digna anciana sobreviviente de los encierros y torturas militares que explica lo que significa perder la democracia; a los soldados de Malvinas que repudian a la admirada de Milei, Margaret Thatcher, criminal de guerra que mató a mas de 300 marinos argentinos en el Crucero Gral. Belgrano. Estas reacciones espontáneas se repiten en conversaciones de amigos e individuales en encuentros casuales.
A una elección que se definirá voto a voto en un mar de indecisos (aún hoy), tenemos que recordar el último debate donde la ganancia neta fue para para Massa. La firmeza de sus exposiciones ante un balbuceante Milei inconexo y perdido en preguntas clave para un candidato a presidente fueron demoliendo su figura guerrera para terminar siendo un juguete televisivo decadente.
El domingo será clave lo que suceda en Santa Fe y Córdoba, territorio donde en los últimos días se manifestó un claro rechazo a la derecha fascista. Sería preciso que ello se traduzca nominalmente en votos al candidato de la boleta azul y blanca. Es importante al mismo tiempo la posibilidad de un crecimiento en la madre de todas las batallas, la “provincia” de Buenos Aires, que acumuló más del 45% en las generales de la mano de Axel Kicilof, el “mejor de los nuestros”.
En estas últimas semanas la ultraderecha de Milei, Macri y Villarruel se ha desnudado y vomitan represión, dictadura y miseria. La Democracia hay que asegurarla en las urnas y reforzarla todos los días.
Algo hemos aprendido de estos “fachos”, la democracia debe ser un logro permanente, el mundo nos muestra que el vómito derechista está presente. Defender la democracia con la presencia popular y sus demandas es la consigna eterna.
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