
Por Sabrina Vilches Argüello* publicado en Vagabunda
*Periodista – Universidad Nacional de La Matanza
“No importa el resultado, hoy ganará la democracia”, publicó Mauricio Macri en sus redes sociales previo a la votación en la cámara de Senadores que definiría la sanción de la ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo (IVE) este miércoles 8 de Agosto. Compartía la expectativa de muchos argentinos, que reconocieron en el debate legislativo una oportunidad única e histórica, un diálogo valioso en sí mismo independientemente de su desenlace, un logro republicano digno de celebrar. A horas de conocerse la sanción negativa al proyecto de ley por 38 votos en contra frente a 31 positivos, un final anunciado, no podemos decir que hayan estado equivocados, aunque cabe preguntarse si la sesión que protagonizaron los Senadores Nacionales puede llamarse una victoria democrática.
Tuvieron razón en cuanto a lo histórico: fue la primera vez que millones de ciudadanos en todo el país tomaron postura, se organizaron y movilizaron en masa durante meses por un tema que fue tabú durante siglos, un flagelo que aún en silencio estaba en boca de todos, pero que solo unas pocas voces tuvieron la determinación de exponer sin tapujos, generando un sinceramiento social antes acallado acerca de la maternidad y la sexualidad, pero también de las libertades individuales y de derechos que en buena parte del mundo son considerados elementales para los seres humanos. Histórica aunque no inédita fue la participación y el embanderamiento que los adolescentes y jóvenes argentinos supieron hacer de una causa que los toca a ellos, más que a ningún otro sector social, muy de cerca.
Histórica fue la repercusión que tuvo a nivel regional, con réplicas de movimientos por la legalización del aborto en numerosos países latinoamericanos, y la atención que atrajo de naciones avanzadas en su legislación y organizaciones transnacionales de derechos humanos como Amnistía Internacional.
Inédita e imparable fue la irrupción de las mujeres organizadas como sujetos políticos independientes en el escenario social argentino, y en consecuencia, en la escena política, que lograron poner el foco en las urgencias que atraviesan y encarnan cada una de ellas en su diversidad y en su comunión, que profundizan y reproducen su desigualdad, y que las cuestionan y limitan en su voluntad, su libertad y su posicionamiento en sociedad. Incluso más relevancia histórica cobra si se destaca que todo aquello lo consiguieron, aún (y fundamentalmente) en contra de los sectores sociales conservadores más reaccionarios.
Por su parte, la sesión de la cámara alta del “8A” también fue histórica y excepcional por razones que no engrandecen ni dignifican un debate parlamentario como el que tuvo lugar el miércoles, considerando la distancia de época y el largo camino que la sociedad recorrió desde la última vez que fue tratada la legislación del aborto en 1921, con un resultado que limitaba su posibilidad de aplicación a embarazos productos de violaciones o que pusieran en peligro la salud de la gestante y condenando a todos caso exento a posibles penas carcelarias.
Fue histórica la falta de compromiso e involucramiento que legisladores como Cristina Valverde dejaron ver en sus declaraciones, con frases avergonzantes para un representante público electo como “Sería muy irresponsable de mi parte votar un proyecto al que yo no he podido acceder, analizar, estudiar en profundidad(…) no estaría dispuesta a ser tan ligera”, refiriéndose al proyecto de ley de IVE que desde su ingreso en la cámara baja se trató durante meses, y respecto del cual eligió pronunciarse en contra de todas maneras.
Histórica también fue la liviandad con la que senadores como Esteban Bullrich categorizaron a la voluntad de la mujer de no maternar como un fracaso que se buscaba legalizar, replicada por posteriores oradores en más de una oportunidad, y la alusión como argumento de peso a las madres de artistas como Los Beatles y Vivaldi, pero también a las propias progenitoras de los expositores, con su experiencia personal como bandera.
Igualmente histórico y desacertado fue el emblema que senadores como Adolfo Rodriguez Saa hicieron de la defensa de “sus” ideales y la exigencia de que se respeten lo que sus convicciones católicas les demandan, desconociendo así el rol que los ciudadanos de sus provincias les piden representar, que es, por el contrario, hacer a un lado convicciones e ideales personales que puedan interponerse en la elaboración de políticas de bien público y de interés común, en este caso, políticas de salud pública.
Histórico y deplorable fue el desempeño de la vicepresidenta de la nación Gabriela Michetti al presidir la sesión, cuya postura negadora de la soberanía de las mujeres sobre su propio cuerpo sin excepción alguna se evidenció no sólo con su festejo accidentalmente público “vamos todavía!” luego del dictamen, sino a lo largo de todo el debate interrumpiendo, ironizando, limitando tendenciosamente e incluso insultando a senadores partidarios de la legalización.
Histórico por su contexto totalmente fuera de lugar dentro de las corrientes de modernización y progreso en políticas de género a la vez que imperdonable fue la vehemencia con la que Rodolfo Urtubey cuestionó la práctica del aborto en embarazos resultantes de violaciones, prevista en la Constitución Nacional desde 1921. Desprovisto de toda consideración hacia las víctimas, su discurso puso en tela de juicio el sometimiento que sufren al sostener que “La violación está clara en su formulación, aunque habría que ver algunos casos, porque hay algunos casos en los que la violación no tiene un componente de violencia sobre la mujer (…) En los casos de abuso intrafamiliar no hay violencia”.
Igualmente histórico fue el discurso de Inés Blas, quien en sus 10 minutos de exposición para argumentar en contra del proyecto de ley, encontró tiempo para preocuparse por “el honor de un abusador” y, de paso, acertadamente propuso su renuncia a la presidencia de la Comisión de la Banca de la Mujer.
La primera vez que el proyecto de IVE atravesó a legislatura nacional marcó un punto de inflexión en la sociedad argentina gracias a un pueblo que con su organización y movilización inquebrantable pujó por una problemática que afecta a mujeres de todos los sectores por igual aunque con consecuencias altamente dispares. Una puja contra la perpetuación del tabú legal que le demanda a todos, ciudadanos y dirigentes, lo mucho que le queda por conquistar para prescindir de flagelos como el embarazo adolescente y la falta de acceso de amplios sectores sociales a salud y educación pública integral.
El debate social que llevó a imponer en la agenda legislativa la posibilidad de las mujeres argentinas de decidir sobre su salud e integridad reproductiva y sexual expuso las consecuencias más trágicas de la invisibilización y la penalización, los peligros trágicos para la vida y la integridad que trae la clandestinidad, acompañados por las amenazas que implican la exposición de una práctica que a pesar del casi unánime consenso entre bandos opuestos acerca de su ineficacia, hoy en día sigue siendo delito penal.
Hacia el final de la jornada, impulsores y contrariadores de la ampliación de derechos de la soberanía de las mujeres, acordaron implícita y explícitamente que fue su propia Cámara de representantes la que no supo dar respuesta a una demanda social por demás justificada, que se quedó una vez más por detrás de “los tiempos que corren”, esos que hoy se viven e imponen en las calles, y se llegó a tomar consciencia de que ese retraso legal le costará caro a muchos.
Por empezar, de más está advertirlo, costará una perpetuación de la lotería con la salud y la integridad de cientos de miles mujeres que deciden por su cuerpo y su futuro en clandestinidad, porque saben que a ello tienen derecho, aunque en hacerlo se les vaya la vida. Pero también les costará, y muy caro, a los partidos políticos, actuales y futuros, en un futuro no muy lejano, la renovación ineludible de sus representantes y de sus bases, porque si algo no se cuestiona en el “día después” esta masa de millones de jóvenes es que el futuro les pertenece, y van a construirlo a través de sus votos y sus ansias de justicia y equidad social, esas que los Senadores fallaron en representar desde sus bancas electas.
Tendremos que analizar, a fin de cuentas, si la larga jornada de debate y votación del miércoles 8 de Agosto fue efectivamente un acto democrático a celebrar, o si fue más bien una exposición sin tapujos de sectores contrapuestos que se niegan a ceder un milímetro en su posición por los derechos de las mujeres, representantes que no estuvieron a la altura de lo que el pueblo y la patria les demandaron, incluidos. Ellos intentaron demostrar que la sociedad no está lista para la toma de conciencia y la ampliación de libertades, las millones de personas fuera de su recinto les demostraron que están dispuestos a cambiar la sociedad para que lo esté.

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