
Las cavas, conocidas popularmente como tosqueras, suelen ser utilizados con fines recreativos por vecinos y vecinas, pero representan un peligro real porque se trata de pozos de gran profundidad que ponen en riesgo la vida de quienes se sumergen buscando escapar al calor, especialmente en épocas de altas temperaturas.
El objetivo de estas excavaciones artificiales es la extracción de tosca, una tierra de color que se encuentra capas inferiores del suelo y es muy requerida por ser “de alta resistencia”. Puede ser utilizada para la construcción de edificios, puentes y rutas, por ejemplo.
Todas las actividades recreativas en estos espacios presentan graves peligros para la población y están estrictamente prohibidas, ya sea pescar, nadar o pasear. Tienen características que las convierten en un problema serio: taludes abruptos, gran profundidad, acumulación de residuos, vegetación en sus márgenes, suelos inestables y corrientes internas.
Desde la Autoridad de Cuenca Matanza Riachuelo (Acumar) advirtieron que estos factores hacen que, al ingresar en ellas, el riesgo de muerte por accidentes o ahogamiento sea muy alto. Por otro lado, el estancamiento de las aguas en estas condiciones puede derivar en la proliferación de vectores de enfermedades.
Si bien no están relevadas oficialmente, en la zona de La Matanza, Merlo y Moreno suelen encontrarse estos espacios en zonas semi urbanas. La más reconocida es la que se encuentra en la Ruta Provincial 1001, en el límite entre La Matanza y Merlo.
Allí en agosto de 2014 perdió la vida Lautaro Aguirre Mora (18 años) vecino del barrio Dorrego, en González Catán. Siete años después, Owen Tahiel Muzzupappa (7) y su padrastro, David Alejando Cid (34) fueron a pescar y no regresaron con vida.

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