
Por Ayelén Bruno |
Pasó un año de aquel febrero donde 24 personas perdieron la vida y más de 80 tuvieron que ser internadas por haber consumido cocaína en mal estado. Pareciera que nos olvidamos de un hecho tan grave, pero hoy traemos a la mesa el debate sobre el fracaso del Estado en materia “drogas” y todo el universo que implica. Para eso, hablamos con Dalila Tealdi de RESET – Política de Drogas y Derechos Humanos.
Es el primer aniversario, del hecho triste y preocupante que fue la intoxicación por cocaína adulterada de más de 100 personas, que resultó la muerte de 24 de ellas. La mayoría coincidían en que habían comprado su dosis en Puerta 8, un barrio popular ubicado en el municipio de Tres de Febrero.
En los medios, tanto en ese momento como ahora, se habla de narcotráfico, inseguridad y siempre se pone al usuario como culpable, sin pensar que ellos y ellas también son personas, sujetos de derecho. Entonces, queremos usar este caso como una especie de excusa o disparador, para traer el debate sobre consumo, salud mental y Estado.
Para abordar, tuvimos una charla con Dalila Tealdi, licenciada en Comunicación Social e integrante de RESET – Política de Drogas y Derechos Humanos, que en su nota EL FRACASO, CUANDO LA NOTICIA DEJA DE SER NOVEDAD – GLOSARIO A UN AÑO DE LA TRAGEDIA POR COCAÍNA ADULTERADA, además de traer conceptos a la mesa, suma la clave: el fracaso del Estado en políticas públicas de reducción de riesgos y daños.
En tu escrito planteas un fracaso por parte del Estado en lo relacionado al consumo de drogas como resultado de llevar adelante políticas de prohibicionismo. ¿Cuál es tu punto de vista ante esto?
Partimos de la idea de que se sabe la situación en la que estamos, que las personas consumen y que hay un mercado ilegalizado producto de este prohibicionismo que habilita o permite, al no estar regulado, que se “cocinen” ciertas sustancias y que no se sepa que contienen.
El Estado también sabe que, como existen, se consumen estas sustancias y fracasó en cuanto a seguir planteando una lucha contra un narcotráfico, que es real y que existe, estamos todos de acuerdo. Es uno de los mercados más grandes y que maneja el mundo, entre industria farmacéutica y armamentística. Entonces, el fracaso viene por ese lado: por saber y no aceptar, saber que existe una realidad y no abordarla.
“El fracaso viene por ese lado: por saber y no aceptar, saber que existe una realidad y no abordarla”.
Hace más de 15 años que distintos organismos internacionales plantean, avalan e invitan a los distintos gobiernos del mundo a adecuarse a políticas de reducción de riesgos y daños. A ser más respetuosos de los derechos de las personas usuarias, como así también de las personas que se vean involucradas en torno a lo que implica el tráfico, la producción y el consumo de drogas.
¿Pensas que puede haber un poco de desconocimiento o de tabú en las distintas generaciones que hoy forman parte de nuestra actualidad? ¿Puede ser que las generaciones más grandes quedaron con ese prohibicionismo muy arraigado o mismo el punitivismo y el castigo al que consume alguna sustancia?
Se me cruzan dos cosas por la cabeza, primero la cuestión generacional, ni hablar. Estos paradigmas se nutren de imaginarios y representaciones sociales que fueron construidas desde hace 60 años. Por otro lado, se construyó un discurso abstencionista, donde la persona consumidora era un enfermo que había que curar y rehabilitar para que sea capaz de vivir en sociedad.
Pero después, si nos vamos para atrás, tenemos otro montón de discursos que prevalecieron, que se enquistan en la sociedad y es muy difícil romper con esa idea. El imaginario social funciona así. ¿Hay futuro o esperanza de que se modifique? totalmente. Pero sí, vemos que las generaciones más grandes, como en todos los cambios sociales, son un poquito más difíciles de modificar.
Hablemos de información y de derechos. Partiendo de la base de que aún falta por hacer, ¿Crees que las juventudes están más informadas que los jóvenes de otras generaciones? Hoy todos conocemos a alguien que consume alguna sustancia ¿La sociedad mira para otro lado?
Las juventudes son las más informadas. Son las que consiguen o conocen, y consumen también. En ese sentido, el hecho de que una sociedad esté informada, es clave a la hora de pedir por nuevos derechos. Si no sabes que existen políticas de reducción de riesgos y daños que van a protegerte y ayudarte. Si vos queres consumir o si sos una persona que consume habitualmente y no quiere o no puede dejar, tenes un montón de herramientas que hoy lamentablemente en términos institucionalizados por parte del Estado no se están llevando adelante.
Entonces cuando hablamos de los derechos de los usuarios y usuarias, lo primero que necesitamos es que estas personas también se informen y sean el empuje para el cambio. Lo que tratamos de decir desde RESET, es que hay que informar a todos y a todas. Hay que agitar un poquito más el avispero porque esto se cobra vidas y nos siguen construyendo el discurso de que la droga es el problema y hay que tener cuidado con eso, porque la droga no es el problema.
“Hay que agitar un poquito más el avispero porque esto se cobra vidas y nos siguen construyendo el discurso de que la droga es el problema y hay que tener cuidado con eso, porque la droga no es el problema”.
Y ahí aparece esto de hasta donde este fracaso por parte del estado no es adrede, porque si vos te haces cargo de una problemática que es que la gente consume, y consume problemáticamente sobre todo. Esto es porque se está viendo afectada por un montón de condicionantes: sociales, económicos, culturales, políticas, su entorno… Entonces hay que hacerle frente a esos condicionantes para garantizar que una persona no sufra un consumo problemático de drogas.
No podemos dejar de lado que las 24 personas que murieron hace un año estaban en un contexto social y no en otro. Se planteó en los medios que la cocaína adulterada se conseguía en Puerta 8, que no deja de ser un barrio popular. Siempre en los discursos políticos y en los medios, el narcotráfico va de la mano con la pobreza y con estos barrios.
Así se garantiza la militarización de los barrios y se sigue criminalizando la pobreza. En definitiva, quienes consumen están en todos los barrios, se consume en todos lados. Quizás compraron la merca ahí y la consumieron en Palermo, donde “está bien”, como dijo en algún momento María Eugenia Vidal.
Hay un costo político que nadie se anima a pagar. Poner a la sociedad a discutir la agenda de drogas sobre la mesa, con un Estado que informe y cuide. En tu nota nombras el folleto que repartió el Municipio de Morón con recomendaciones a la hora de consumir. La parte más conservadora de la sociedad marcó su agenda y puso el debate donde querían, no donde las pibas y pibes necesitan.
Cuando escribí la nota mencioné lo de Morón muy por arriba, pero me acuerdo de todas las reacciones que hubo en relación a esto. Había una política pública que evidentemente fue pensada en y para un territorio en particular, un público en un determinado contexto y momento. Me pareció que estaba bien direccionado.
El contenido en sí afecta a la moral. “¿Cómo vamos a hablar de esto?”: En realidad ¿Cómo NO vamos a hablar de esto? Lo que se ve afectado cuando planteamos las políticas de reducción de riesgos y daños, de la necesidad de aplicarla, es la moral.
Es una realidad, el tema es que a veces es más fácil no aceptarla o decir “no consuman” y listo. Pero mientras, las cosas siguen pasando: tenes 24 muertos hace un año, en julio fue la primera alerta del MDMA adulterada y se puso en duda si hubo muertos. Necesitamos información, la gente tiene que saber que está consumiendo.
Podemos saber cómo empezar a consumir, cual es una dosis de prueba. Podemos conocer lo que hace a una droga y eso nos va a quitar los miedos e inseguridades y, además, nos va a dar la posibilidad de elegir.
Creo que las generaciones que hoy somos madres y padres ya no podemos tener el discurso de nuestros viejos. Nosotros de chicos nunca nos sentamos a hablar de consumo ni de reducción de daños con los adultos. Así como tampoco nunca hablamos de lo que hoy se habla con la ESI, que por suerte los pibes y pibas de hoy sí.
Va a haber una sociedad que se va a encargar de mostrarle y de enseñarle, entonces qué mejor que tratar de enseñar como son las cosas. También, educar desde un lado no prohibitivo. A nosotros nos educaron desde el miedo, desde el no, desde lo prohibido y eso genera lo opuesto, nos intriga, querer saber que es, después salís al mundo.
Hoy por hoy las edades de inicio de consumo bajaron un montón en relación a lo que era hace 15 o 20 años. Hay barrios donde las madres están preocupadas porque los pibes están consumiendo con 9 o 10 años. O sea, estamos hablando de consumo de marihuana, pasta base o Poxiran, pero el alcohol está seguro.
“Hay barrios donde las madres están preocupadas porque los pibes están consumiendo con 9 o 10 años”.
Partimos de la base de que el consumo masivo que existe es el alcohol y puede ser igual o peor de problemático que cualquier otra sustancia ilegalizada. Cuando hablamos de reducción de riesgos y daños y ves la condición de cada una de las sustancias, por qué el alcohol sigue siendo legal y sigue teniendo la publicidad que tiene, si es la sustancia que más muertes causa a nivel mundial.
La importancia del cambio de paradigma, de hablar de reducción de daños y de derechos. Ponerlo en agenda hasta que suceda.
¿De qué hablamos cuando hablamos de prohibicionismo, de ilegalidad y salud pública? ¿Dónde están los fundamentos? Volvemos al principio, se sigue fracasando en no observar lo que está pasando en otros países, lo que están diciendo los organismos internacionales especializados en esto.
Apliquemos políticas de reducción de riesgos y daños porque esto no da para más. Regulemos las sustancias, legalizar la que se pueda, como la marihuana, y dejar de criminalizar principalmente a los usuarios y a los eslabones más bajos de la cadena de narcotráfico, porque no estamos llegando a nada.

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